Conozca las investigaciones que sustentan la gratificación diferida.
Todos experimentamos de vez en cuando el dilema de si debemos ceder a la tentación o resistirnos a ella.
Para algunos, puede ser el impulso de comprar un aparato electrónico recién salido al mercado en lugar de esperar unos meses, cuando probablemente su precio sea más bajo. Para otros, puede ser resistirse a la dulzura pegajosa de una porción gruesa de tarta de manzana en la cena familiar de Navidad mientras intentan perder unos kilos. Contemplar si debemos o no hacer algo puede llegar a ser frustrante, sobre todo si cedemos a nuestros deseos y, en consecuencia, sentimos remordimientos.
La gratificación diferida
Es la capacidad de una persona de resistirse a una recompensa inmediata para poder obtener una recompensa futura más valiosa. En este caso, una recompensa puede definirse como cualquier cosa que aporte comodidad o placer.
Muchas personas equiparan la gratificación diferida con el autocontrol o la fuerza de voluntad, ya que implica resistirse a las tentaciones.
En efecto, la gratificación diferida requiere autocontrol, pero también implica un objetivo o una expectativa de futuro con una recompensa más valiosa que la que obtendríamos si cediéramos a la tentación. Por lo tanto, la gratificación diferida requiere imaginarse a uno mismo en el futuro. De ahí que, cuanto más lejano o vago sea el futuro, más difícil será resistirse a una recompensa inmediatamente disponible por algo mejor que puede o no hacerse realidad.
Entonces, dada la incertidumbre del futuro, ¿por qué deberíamos practicar la gratificación diferida? La respuesta es sencilla: esta capacidad puede ayudarnos a alcanzar nuestros objetivos a largo plazo y aumentar nuestro bienestar. De hecho, las personas con esta capacidad tienden no sólo a ser más competentes desde el punto de vista cognitivo y social, sino también a tener más éxito a largo plazo (Mischel, Shoda y Rodríguez, 1989).
El principio de placer y el principio de realidad
Para los psicólogos, la gratificación retardada no es nada nuevo. Freud y otros psicoanalistas han explicado la capacidad de ceder o retrasar el placer con el principio del placer y el principio de realidad. Más concretamente, el principio de placer es el impulso de un individuo a buscar el placer y evitar el dolor para satisfacer sus necesidades fisiológicas y psicológicas (Tester, 2009). Por otro lado, el principio de realidad es la capacidad del individuo de evaluar la realidad de su entorno externo para guiar su comportamiento (Tester, 2009). Además, Freud también propuso que el principio de placer es más activo en los primeros años de vida y se sustituye por el principio de realidad con el paso del tiempo (Tester, 2009).
La diferencia fundamental entre los principios de placer y realidad es que el primero rige los placeres inmediatos, mientras que el segundo incluye el pensamiento orientado al futuro. En otras palabras, el principio de placer describe la gratificación instantánea, y el principio de realidad refleja las características de la gratificación diferida (Tester, 2009). Por ejemplo, una persona que actúe de acuerdo con el principio del placer probablemente se entregará a comportamientos placenteros sin pensar en sus efectos a largo plazo. Sin embargo, otra persona que utilice el principio de realidad podría considerar sus objetivos futuros antes de actuar.
El marco caliente y frío
Hacia finales del siglo XX surgió otro marco para la gratificación instantánea frente a la gratificación diferida. Conocido como el marco "caliente y frío", este nuevo enfoque describe la interacción de dos sistemas que facilitan o socavan el autocontrol de una persona. En este marco, el sistema "caliente" o "ir" representa los impulsos emocionales, impulsivos y reflexivos, mientras que el sistema "frío" o "saber" representa los impulsos estratégicos, cognitivos y emocionalmente neutros (Metcalfe y Mischel, 1999).
En otras palabras, el sistema caliente está asociado a la satisfacción de necesidades y deseos inmediatos, mientras que el sistema frío permite la autorregulación del comportamiento mediante procesos cognitivos. A continuación analizaremos algunos estudios clave sobre estos conceptos y sus implicaciones.
La prueba del malvavisco
Hace unos 50 años, Walter Mischel decidió estudiar las estrategias de autocontrol de los niños pequeños. Para ello, él u otro investigador presentaron a niños en edad preescolar una golosina, como un malvavisco. De ahí que este experimento se conociera más tarde como la prueba del malvavisco. A continuación, el investigador daba al niño una opción sencilla antes de salir de la habitación: Tomar la golosina ahora o esperar a que volviera el investigador para recibir una golosina adicional (Mischel y Ebbesen, 1970).
Algunos niños cogieron el malvavisco antes de que volviera el experimentador. Otros se distrajeron utilizando diversas estrategias y fueron capaces de resistirse a la golosina que tenían delante. Cuando Mischel y sus colegas hicieron un seguimiento posterior de sus sujetos, descubrieron que los niños que fueron capaces de practicar el autocontrol crecieron con más éxito académico que los niños que cedieron a la tentación (Mischel, Shoda y Rodríguez, 1989). Estos resultados indicaban que la capacidad de un preescolar para retrasar la gratificación podía predecir su éxito futuro.
En resumen
La capacidad de retrasar la gratificación puede ayudarnos a alcanzar nuestros objetivos a largo plazo y a mantener nuestra salud. Sin embargo, con tantas tentaciones a nuestro alrededor, no es fácil practicar el autocontrol en todos los casos.
Referencias
Metcalfe, J., y Mischel, W. (1999). A hot/cool-system analysis of delay of gratification: dynamics of willpower. Psychological review, 106(1), 3.
Mischel, W., y Ebbesen, E. B. (1970). La atención en el retraso de la gratificación. Journal of Personality and Social Psychology, 16(2), 329.
Mischel, W., Shoda, Y., & Rodriguez, M. L. (1989). Retraso de la gratificación en los niños. Science, 244(4907), 933-938.
Tester, K. (2009). Placer, realidad, novela y patología. Revista de Psicología Antropológica, 21, 23-6.
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