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Julio Wong

Razones por las que la esperanza es una parte crucial de la vida

Explora la ciencia detrás de la esperanza y aprende cómo aumentar la esperanza en tu vida.


La esperanza es un estado mental en el que imaginamos que es posible un cierto resultado y deseamos que se haga realidad (Garrard & Wrigley, 2009). Toda esperanza involucra dos ingredientes clave: al menos un resultado posible, pero incierto, y el deseo de que ese resultado se realice. Cuando tenemos esperanza, estamos mirando hacia un escenario futuro hipotético con optimismo.


esperanza, hope

La esperanza has sido uno de los temas que ha llamado mucho la atención de los psicologos dedicados a la investigación, con lo cual uno de ellos desarrolló la “Teoría de la Esperanza” (Snyder, 2002). Snyder estaba interesado en investigar cómo los elementos emocionales y conductuales influyen en la esperanza. Él concluyó  en que no puede haber esperanza sin una o varias metas a las que alguien aspire. Añadió a su propuesta que la esperanza, como una experiencia emocional, también nos impulsa a la acción, en este caso, por uno o ambos de los siguientes caminos.


Primero, la esperanza nos hace pensar en cuál es el camino para lograr la meta. “¿Cómo puedo llegar a ese futuro hipotético?, y ¿Qué estrategias necesito usar para seguir ese camino?”


Segundo, estar esperanzado nos hace enfocarnos en nuestra propia capacidad y autonomia para conseguir o lograr la meta. Comenzamos a pensar en nuestra capacidad para movernos a través del camino que nos lleve al futuro deseado.  De estas maneras, podemos ver que la esperanza a menudo está estrechamente vinculada a la acción potencial o real por parte de la persona esperanzada.


Los beneficios de la esperanza

La investigación científica es bastante clara en que tener altos niveles de esperanza se relaciona con todo tipo de resultados positivos en la vida, incluido el bienestar general. En primer lugar, las personas que tienen más esperanza parecen ser más propensas a actuar para mejorar su salud (Corn et al., 2020). Ya sea haciendo más ejercicio, fumando menos o cambiando su dieta, tener esperanza de que es posible una mejor salud parece ayudar. Igual de alentador es que las personas con altos niveles de esperanza son más propensas a aprender y probar diferentes estrategias para abordar problemas médicos cuando surgen.


Las personas con más esperanza también parecen ser más capaces de tolerar el dolor (Snyder, 2002). Esto puede deberse a que perciben el dolor como menos intenso o porque pasan menos tiempo pensando en el dolor que están experimentando. Eso tiene sentido para mí: si eres esperanzador por naturaleza, probablemente seas menos propenso a perderte en pensamientos de "este dolor va a durar para siempre" o "nunca me sentiré mejor".


Las personas que tienen más esperanza también parecen manejar los eventos estresantes de la vida más fácilmente con menos impactos en su salud mental y bienestar general (Valle et al., 2006). Por esta razón, muchos psicólogos caracterizan la esperanza como una fuerza psicológica importante o una herramienta para la resiliencia.


¿La esperanza cura?

Hay investigaciones emergentes en neurociencia que confirman lo que muchos de nosotros probablemente creemos intuitivamente: tener esperanza puede ayudarte a sanar más efectivamente de enfermedades y dolencias, incluido el cáncer (Corn et al., 2020). Por esta razón, algunos científicos han alentado a los médicos que trabajan con enfermedades crónicas o potencialmente mortales a pensar en cómo su lenguaje con los pacientes refuerza o disminuye la esperanza; incluso puede ser una buena idea proporcionar a las personas en estas posiciones terapias que aumenten la esperanza (Corn et al., 2020).


La esperanza parece curar y ayudar a perseverar: una revisión reciente de la investigación indica que el bienestar mental y físico es mayor en las personas con más esperanza en sus vidas (Murphy, 2023). Basándonos en nuestra comprensión científica de la esperanza, podemos ver cómo se convierte en un ciclo de retroalimentación positiva en nuestras vidas. Nuestros éxitos nos sugieren que tendremos éxito, y esto nos hace más optimistas mientras contemplamos el próximo paso hacia una mayor realización en nuestras vidas. Nos movemos hacia una acción más positiva, recibimos más retroalimentación positiva y nos volvemos aún más esperanzados.

 

Consejos para cultivar la esperanza

Para cultivar la esperanza, puedes comenzar obteniendo una buena cantidad de apoyo de otras personas, enfocándote en lo que puedes controlar en cada situación y preparándote para reconocer cómo factores externos pueden ralentizar o demorar tu progreso (Heatherton & Nichols, 1994). Cuando las personas logran alcanzar sus metas, a menudo citan el apoyo de los demás y la disposición a aceptar que los obstáculos surgen y son compontentes clave de su éxito.


Usar procedimientos estandarizados para generar esperanza también puede ayudarnos a ser más esperanzados. Los psicólogos han diseñado intervenciones para este propósito, y a menudo implican revisar cuidadosamente los éxitos anteriores para comprender como la esperanza fue un factor clave para ese éxito y como se ha cultivado y mantenido (Magyar-Moe & Lopez, 2015). Estas intervenciones sugieren que elegir metas realistas y flexibles desde el principio es una manera importante de evitar perder la esperanza. Reunirse regularmente en grupos para rastrear el progreso hacia una meta e identificar formas de resolver problemas también puede ayudar a las personas a aumentar sus niveles de esperanza (Cheavens et al., 2006).


Es importante señalar que para las personas que tienen niveles muy bajos de esperanza, una intervención o tratamiento que simplemente apunte a sus niveles de esperanza puede que no sea efectiva (Weis & Speridakos, 2011). En su lugar, las personas en esta situación podría verse más beneficiadas a través de una psicoterapia más intensiva.

 

En resumen

Seguramente hay cosas por las que tienes esperanza en tu vida. Esperamos que este artículo te ayude a ver lo esencial que puede ser la esperanza para ti, así como formas de mantenerla, cultivarla y aumentarla.


Referencias:

  • Cheavens, J., Gum, A., Feldman, D. B., Gum, A., Michael, S. T., & Snyder, C. R. (2006). Hope therapy in a community sample: A pilot investigation. Social Indicators Research, 77, 61–78.

  • Corn, B. W., Feldman, D. B., & Wexler, I. (2020). The science of hope. The Lancet Oncology, 21(9), e452-e459.

  • Garrard, E., & Wrigley, A. (2009). Hope and terminal illness: False hope versus absolute hope. Clinical Ethics, 4(1), 38-43.

  • Heatherton, T.F., & Nichols, P.A. (1994). Personal accounts of successful versus failed attempts at life-change. Personality and Social Psychology Bulletin, 20, 664–675.

  • Magyar-Moe, J. L., & Lopez, S. J. (2015). Strategies for accentuating hope. In S. Joseph (Ed.), Positive psychology in practice: Promoting human flourishing in work, health, education, and everyday life (2nd ed., pp. 483–502). Wiley

  • Murphy, E. R. (2023). Hope and well-being. Current Opinion in Psychology, 101558.

  • Snyder, C. R. (2002). Hope theory: Rainbows in the mind. Psychological Inquiry, 13(4), 249-275.

  • Valle, M. F., Huebner, E. S., & Suldo, S. M. (2006). An analysis of hope as a psychological strength. Journal of School Psychology, 44(5), 393-406.

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